Tuesday 25 October 2011



No lo recuerdo bien, pero creo que Henning Mankell es el primer autor que me ha venido recomendado a través de una red social. Creo que fue en el Twitter de Tusquets que encontré un enlace a una página en la que había una fotografía de la novela El chino de Henning Mankell. Y yo, que me sirvo de la intuición, supe que quería leerla tan pronto como vi que mi biblioteca la tenía disponible.

Nunca antes había siquiera oído hablar de este autor sueco, y, como ya he dicho antes aquí, me encanta empezar una novela ignorándolo todo de su contenido y de su autor o autora, simplemente llevada por una atracción perceptiva a la sugestividad formal de el libro en sí.

La escena que abre la novela relata un crimen brutal cometido en una pequeñísima población en medio de los bosques suecos. Así, en sus comienzos El chino parece remitirnos al género de la novela negra, que practicó Mankell con éxito y reconocimiento en la serie sobre el policía Kurt Wallander, que escribió entre 1991 y 2004. Pero pronto vemos que El chino es una obra mucho mejor que una simple novela policiaca al uso (incluso si las novelas de Wallander son buenas). Hay algo que nos atrapa entre las casas del pueblo de Hesjovallen, apartado y cubierto por la nieve, diecinueve de cuyos habitantes, todos ancianos salvo un niño, han sido brutalmente masacrados. Por toda pista, una cinta de seda roja depositada sobre la nieve, y unos diarios del siglo diecinueve, escritos por un antepasado de Hesjovallen que emigró a Estados Unidos para convertirse en capataz de la construcción del ferrocarril en la costa oeste. La jueza Birgitta Roslin da con una sospecha certera: todas las familias masacradas estaban relacionadas entre sí. Es más, ella misma está indirectamente relacionada con la familia ya que su propia madre fue adoptada en el pueblo.

Se puede discernir que Henning Mankell está ducho en el género negro, pero en realidad esta novela es mucho más y mucho mejor que una de las novelas de la saga de Kurt Wallander. Lo afirmo porque acabo de comenzar a leer Asesinos sin rostro, la primera novela en la serie de Wallander, y en mi opinión se puede percibir que es buena, pero es al mismo tiempo muchísimo menos ambiciosa, menos completa, menos desarrollada que El chino. Digo esto porque he encontrado una desafortunada crítica, considerablemente negativa, de El chino en la versión online del periódico The Guardian, firmada por una tal Carmen Callil. Y ella afirma justamente lo contrario: que las novelas de la serie Wallander son mejores y más creíbles que El chino (The Man from Beijing en inglés). Para colmo los lectores de The Guardian coinciden en criticar a Mankell y lo califican de 'sobrevalorado.' Pues yo no podría estar más en desacuerdo. El chino es una obra de madurez en comparación con la saga Wallander. Es sugerente, misteriosa, inquietante, y, sobre todo, muy entretenida, esa cualidad tan fundamental. Leeré las novelas de Kurt Wallander que pueda encontrar, a pesar de que sean novelas sobre Kurt Wallander, un personaje mucho más estereotipado que el de la dulce jueza Birgitta Roslin, y solamente porque gracias a El chino, Henning Mankell me viene muy recomendado.

Saturday 8 October 2011

los lectores según Aramburu



Hoy en 'Babelia' Fernando Aramburu publica un análisis personal de lo que él cree es el papel de los lectores y de los escritores, y de las relaciones entre ellos. Contrapone 'el plebeyismo y la zafiedad' con la literatura de calidad. Dice acertadamente que no hay géneros más válidos que otros, pero hace una especie de distinción entre el lector bueno y el lector perezoso. Sugiere que la literatura más digna nace de una colaboración entre escritores y 'lectores avezados.'

Dice Aramburu que hay que hacer de la lectura una experiencia de calidad y que hay que poner todos los sentidos en ello y no tener un ojo en el libro y otro en el paisaje. Pues bien, con algo de esto estoy parcialmente en desacuerdo.



Esta fotografía de una vieja iglesia en el centro de la ciudad de Birmingham en Inglaterra la tomé desde el otro lado de una amplia cristalera, en una cafetería de una conocida cadena comercial... probablemente era Starbucks, aunque no lo recuerdo a ciencia cierta. La butaca era relativamente cómoda, el café podía estar mejor, el libro en mis manos, recién comprado, aunque no recuerdo qué libro era exactamente, por desgracia. Pero la experiencia de tener un ojo en el libro y otro en la vista era incomparable. Era una mañana cargada de nubes azules que insinuaban una tormenta que se sabía no llegaría a producirse, y este cielo plomizo se dibujaba sugestivamente tras el perfil elegante y la arquitectura grácil en piedra gris casi negra y terracota. Al fondo, el edificio ultramoderno de unos grandes almacenes. No digo que sea para todos los días - las rutinas del escritorio son impagables - pero, ¿qué mejor que poder leer y observar, observar y leer, con un ojo y con el otro, relamiéndose en la transposición de la belleza literaria a la belleza tangible y fluctuante de cielos en perpetuo movimiento, de una arquitectura de otro siglo?

¿No es esto lo que el poeta inglés Percy B. Shelley acostumbraba a hacer cuando se iba a leer mientras paseaba por el campo? O cuando se llevaba un libro a un claro en un bosque, cosa que hacía tan a menudo? Y mientras la belleza literaria se contrapone a la belleza sensual de un paisaje sugerente, un río que se mueve, un cielo que fluye, un edificio que nos cuenta alguna historia... la experiencia de este avezado lector sensual inmerso en la naturaleza, en la ciudad, en su medio de elección se multiplica en sus placeres.

¿Hay algo más romántico que irse a leer a uno de esos viejos cafés semivacíos en los que puedes quedarte tres horas, especialmente si es otoño y tienes la suerte de encontrarte, por ejemplo, no ya en Birmingham, sino en la zona vieja de Santiago de Compostela?

Por eso difiero en parte con la idea de Aramburu de que no se puede leer con un ojo y observar lo que nos rodea con el otro.


Y también difiero un poco en la consideración tan seria de esa 'gran, terrible división' entre la literatura de calidad y la literatura más fácil. Porque a veces nos acostumbramos a leer todo el tiempo libros increíblemente serios, y este fin de semana me he enfrascado en la lectura de un par de novelas realmente muy sencillas, escritas por Daniel Glattauer, que han sido grandes éxitos editoriales y que están escritas en la forma del intercambio de emails entre un hombre y una mujer que se seducen mutuamente de este modo a través de la moderna literatura epistolar via Internet. Y al principio pensé que me iba a aburrir tremendamente por ser el tema de las novelas en apariencia tan pueril, y realmente, sí, es pueril, pero he acabado tontamente enganchada, y la primera de las novelas me la he leído entera en una tarde. El placer de la lectura está en aquello que nos hace girar la página, sean los contenidos más o menos altos. Porque de vez en cuando leer algo directo y fresco y totalmente carente de vanidades también puede tener un gran atractivo. Y me ha encantado leer estas novelas totalmente carentes de toda pretensión literaria o intelectual, aunque solamente haya sido para cambiar de aires lectores por un fin de semana.

Wednesday 5 October 2011

asumiendo la pérdida



Un grito de amor desde el centro del mundo contiene la belleza lírica, tan característica de la espiritualidad y la estética japonesas, de El año de Saeko. Pero esta novelita, más corta, de Kyoichi Katayama parece dirigida a un público bastante más juvenil, entre el ual de hecho esta obra tuvo un gran éxito.

Sakutaro y Aki se conocen en la escuela y pronto se enamoran. Creen que siempre van a estar juntos y que un día se casarán. Pero parece que un destino macabro se cierne en torno a ellos.

Un día, cuando se acababan de conocer, Sakutaro tuvo la idea de enviar una postal con una dedicatoria para Aki a un popular programa radiofónico. Para asegurarse de que la dedicatoria llamaría la atención y sería leída, Sakutaro se inventa que Aki padece leucemia en un hospital. Al cabo de unos pocos años, Aki desarrolla esta misma enfermedad, y muere. ¿Hasta qué punto la postal de Sakutaro puso en movimiento el engranaje del destino?

Sakutaro ha de confrontar cómo ha de vivir el resto de su posiblemente larga vida sin Aki. ¿Seguirá el ejemplo de su abuelo, que fue fiel durante cincuenta años al amor de una mujer con la que no pudo casarse y que murió antes que él? El último deseo del abuelo era que sus cenizas fuesen entrmezcladas con las cenizas de la mujer que amó desde la distancia.

Sakutaro puede sentir que Aki le acompaña en el espíritu. Sin embargo, finalmente decide que puede rehacer su vida. Por algún tiempo mantiene parte de las cenizas de Aki en un recipiente que siempre lleva consigo. Pero pronto el tiempo ha pasado, ha conocido a otra chica. Decide que Aki es parte de un bonito pasado. Se deshace de sus cenizas en el patio de la antigua escuela, entre un viento de pétalos.

Monday 3 October 2011

el rumor bajo las aguas




Shun'ichi y Saeko son un matrimonio en apariencia normal y llevan una vida apacible en una pequeña casa a las afueras de Tokio. El trabaja como programador informático en una empresa y ella se ocupa de las tareas de la casa y de reponer unas máquinas expendedoras de tabaco y bebidas que adquirieron y colocaron a la puerta de su casa. Les gusta hacer tranquilas cosas juntos, como salir de paseo y fotografiar gatos, o alimentar los gorriones del jardín con mandarinas. Pero, ¿es su vida realmente completa? Las calmadas aguas de su existencia en común empiezan a agitarse desde la profundidad, casi imperceptiblemente. Saeko a veces tiene la sensación de que los hombres que se acercan a la máquina de tabaco con una moneda se detienen para escudriñar la casa. Por su parte, Shun'ichi siente una profunda desazón frente al aumento desmedido de la competitividad laboral en su empresa.

En este delicado momento de su periplo matrimonial, la hermana de Saeko, Izumi, se presenta con una peculiar propuesta. A ella le estirparon el útero, pero no los óvulos, hace algunos años debido a una enfermedad. La única manera en que ella y su marido Toshio pueden tener descendencia es realizando una fecundación in vitro cuyo embrión sería implantado en el útero de una mujer sana. Algunas parejas estériles recurren a una madre de alquiler, pero también les han recomendado intentarlo con alguien de la familia. ¿Le importaría a Saeko tener el bebé de su hermana y el marido de ésta?

Casi sin saber por qué, Saeko accede. El tiempo de su gestación inaugura 'el año de Saeko.' El caso es que su marido Sun'ichi es naturalmente estéril. ¿Cómo va a afectarles la presencia repentina de esta tercera personal, ese embrión que crece y se convierte en un bebé en el vientre de Saeko? Lo cierto es que Saeko se siente cada vez más afectada. Temporalmente pierde su estabilidad mental. Imagina que hay hombres que la espían y quieren robar al niño. Hace planes para huír. Shun'ichi observa el progresivo deterioro mental de su mujer y experimenta una extraña reacción. No se alarma. No consulta a un médico. Casi sin saber por qué, él mismo se involucra en los delirios de ella. Accede a que huyan juntos. Después de todo, ya estaba cansado del trabajo...

La noche de su huida, Saeko resbala y cae y pierden al bebé. Son ellos, y no Izumi, quienes se ocupan de su incineración y se llevan a casa los pequeños huesos en una urna. Algo ha cambiado profundamente en sus vidas. Saeko gradualmente retorna a la normalidad. Su enajenación mental puede haber sido sólo pasajera.

Pero Shun'ichi se involucró con ella, y con el bebé, acceptando la locura de Saeko como algo natural y razonable, y como resultado su relación de pareja ha salido fortalecida. Los dos entraron juntos en el túnel y salieron de él. Antes eran una pareja estéril. Ahora son una pareja que ha perdido un bebé. Al final de la novela realizan un viaje a la isla en la que vive la madre de Shun'ichi. Ya no sienten que la esterilidad de éste sea una sombra. El pueblo refulge tras los acantilados mientras se acercan en el ferry. Al mismo tiempo, el calculador y egoísta matrimonio de Izumi y Toshio se desmorona y termina. Pero ahora Saeko sabe que realmente Shun'ichi no es un extraño en la casa, es la persona que esperaba. Y Shun'ichi se siente más fuerte para cuidar de la frágil Saeko.

Sunday 2 October 2011

Romanticismo alemán y democracia, una interpretación de Isaiah Berlin



La primera vez que leí a Isaiah Berlin fue en el verano de hace tres años, mientras pasaba unas semanas en Inglaterra. Un buen día me detuve en una céntrica librería perteneciente a una conocida cadena con el vago propósito de dejarme cautivar por algún volúmen que descubriese al azar. Y el libro con el que salí fue Russian Thinkers (Pensadores rusos) de Isaiah Berlin. Leyéndolo, me encontré que mis vacaciones se tornaban más placenteras. Descubrí a un autor con una manera de enfocar el estudio cultural que me convencía.

Por eso me pregunto por qué he tardado tanto en volver a abordar a Isaiah Berlin. Pero finalmente he tomado otro de sus libros al comienzo de este otoño, Las raíces del romanticismo. Romanticismo alemán, anarquismo ruso... Isaiah Berlin se mueve como pez en el agua investigando los movimientos culturales más fundamentales en el Occidente moderno.

Las raíces del romanticismo es el compendio de la serie de conferencias A. W. Mellon sobre el romanticismo que Isaiah Berlin presentó en la National Gallery of Art de Washington en marzo y abril de 1965.

Isaiah Berlin comienza por detenerse en un concepto fundamental: 'El movimiento romántico constituyó una protesta pasional contra cualquier tipo de universalidad,' Es así como el romanticismo, principalmente en Alemania, se alza contra los principios clasicistas sobre la justicia, la paz y la razón universal del s.XVIII.

En cuanto a teoría estética, el siglo XVIII creía que se podía alzar un espejo frente a la naturaleza y así reflejar los ideales ocultos y simétricos que se podían intuir detrás de sus formas.

Berlin se detiene para hacernos descubrir a un oscuro e interesante escritor que sentó las bases de importantes ideas románticas: Johann Georg Hamann. Según Hamann, el verdadero deseo del hombre no es la justicia universal, sino el pleno desarrollo de su individualidad y de sus energías creativas, incluso si esto le pone en conflicto con otros.

Hamann empieza a desarrollar una interpretación histórica cargada de vitalismo místico. Uno de sus más directos discípulos fue William Blake en Inglaterra. En Alemania, esta tendencia eclosionó en el movimiento Sturm und Drang, que enfatizó la inevitabilidad del conficto entre las potencias humanas.

Pero según Isaiah Berlin los verdaderos padres del romanticismo fueron Herder y Kant. Herder enfatizó que nos expresamos individualmente más plenamente dentro de un grupo, que usualmente es nuestra 'nación.' Pero esta teoría derivó hacia la conclusión pesimista de que nos resultaría imposible involucrarnos en la trayectoria cultural de naciones ajenas a nosotros, del presente o del pasado. El imperialismo se rechazaría, porque todas las culturas tienen su valor. Precisamente, nuestras diferencias destruirían la legitimidad de un imperialismo mundial que pasase por alto nuestras diferencias particulares.

Por su parte, Kant estaba interesado en la libertad del hombre para elegir entre el bien y el mal. En su filosofía moral, como señala Berlin, hay un fuerte principio antiautoritario. Esto lleva a Kant a desestimar el 'impulso interior,' el cual considera sospechoso porque sugiere la existencia de estructuras mecanicistas latentes.

Para Friedrich Schiller, también, la moralidad está contrapuesta a la naturaleza y es superior a ella. El hombre original es superior. Pero esta doctrina puede ser llevada a extremos. En mi opinión la libertad no es solamente la rebelión frente al impulso natural, en el estilo tan negativo de Medea. Podemos, si queremos, tener mayor fe en la bondad de la naturaleza humana, hallar la libertad en la manifestación de nuestra esencia. La heroicidad podría radicar en la sumisión a lo que somos. Pero ésta no es una doctrina romántica, ésta es una interpretación personal mía, que no está exenta de un tipo de misticismo naturalista. Para los románticos alemanes, sin embargo, los ideales no existen, se crean.

Por estos derroteros llegamos a la 'acción' de Fichte. 'Creo mi propio mundo del mismo modo en que creo un poema, y que nadie destruya mi poema,' diría él. Fichte acabó convirtiéndose en un patriota nacionalista alemán. Con Schelling, por otro lado, llegamos a una doctrina romántica del arte que enfatiza su oscura energía oculta, las pulsaciones inconscientes.

Isaiah Berlin se detiene a describir dos importantes conceptos que caracterizan al romanticismo a su parecer: la nostalgia y la paranoia. Tenemos nostalgia por todo lo que es bello e inabarcable, sufrimos paranoia por nuestros propios miedos a ese gran poder. La paranoia histórica, metafísica, existencial, acabaría adquiriendo gran relevancia en Schopenhauer, Wagner y Kafka. La Revolución Francesa fue toda ella en sí misma, quizás, manifestación de la paranoia histórica.

La exacta visión política del romanticismo, señala Berlin, sería difícil de precisar. En términos generales se opondrían al laissez faire. Estarían en contra de la supuesta validez de leyes económicas objetivas, como la ley de la oferta y la demanda, que generasen pobreza junto a la riqueza de otros. Creían que el hombre podía encontrar ideales de vida en común.

El romanticismo, para concluir, eclosionaría en la literatura en Byron, en la música en Wagner, en la filosofía en Schopenhauer y quizás Nietzsche. Isaiah Berlin señala que sus consecuencias más claras en el siglo XX han sido el existencialismo y el fascismo. El existencialismo francés habría heredado del romanticismo el pesimismo en cuanto a la posibilidad de conocer el mundo y explicarse la vida. Así, la existencia nunca podría convertirse en un hogar. En lo que se refiere al fascismo, es cierto que puede haber heredado la doctrina romántica de la 'voluntad impredecible.' Pero pienso que esta opinión ignora aspectos fundamentales del romanticismo que ya hemos señalado, en especial la noción de la 'pluralidad,' que se traduce en la pluralidad de culturas, pluralidad de valores, de ideas... Desde este punto de vista el romanticismo alemán nos debería conducir a la tolerancia y se convertiría en precursor del liberalismo y de la misma democracia.