Saturday 14 July 2012

Hacer su destino significaba descubrir su origen


La primera vez que leí a Carlos Fuentes se trató de su novela Cambio de piel y yo tenía unos diecisiete años. Me recuerdo leyéndola en la playa y la extraordinaria impresión que me causó a pesar de su complejidad. Dos sensaciones principales y relacionadas rescato de cómo me afectó: por un lado adquirí la sensación de que en el proceso de su lectura había madurado como persona, además me hizo pensar que 'ser adulto' quizás no iba a ser una cosa tan mala a pesar de todo. Tendría que releer la novela para contextualizar estas impresiones, pero este mes he leído La muerte de Artemio Cruz con gran placer y me ha parecido ser ya capaz de identificar un tema con un gran pulso en Carlos Fuentes que quizás fue el que me sedujo hace ya todos esos años: la representación del amor.

Soy muy apreciativa de las ediciones de Cátedra y ésta de José Carlos González Boixo es muy destacada. Me ha llamado la atención que en el apartado final de su Introducción, 'Funcionalidad de los personajes,' este crítico se fija también en el tema del amor. Es el amor que siente sencilla e ingenuamente por Catalina, por Laura, por Regina, también por Lilia, el que humaniza a Artemio Cruz y nos descubre las diferentes capas detrás de su fachada de hombre rudo y corrupto hecho a sí mismo. 'Cruz, como Pedro Páramo - el personaje de Rulfo con el que guarda numerosos puntos de contacto - queda condenado a la soledad al ser rechazado en el amor,' afirma González Boixo. Sin embargo, para Artemio Cruz el amor de Catalina no deja de ser una posesión más, una adquisición espiritualmente elevada que ambiciona obtener para complementar el más visible lujo material de sus posesiones, de sus casas, un mero capricho estético como la vida de refinado consumismo artístico que vive con su amante Laura, con la que visita las galerías de arte impresionista en París y a la que conoce durante un concierto de Handel.



Estos son los dos cuadros que Artemio Cruz recuerda de sus visitas a los museos de París con Laura, "El Columpio," de Renoir (1876) y "La Estación de Saint Lazare," de Claude Monet (1877). Esta cierta sensibilidad hacia el arte del personaje desmonta la interpretación de que sea un hombre burdo y explicita desde dentro de la propia novela las importante relación de ésta con el experimentalismo modernista, el cual llegó con cierto retraso a Hispanoamérica, pero allí fructificó con fuerza y desarrolló características propias. De la 'nueva novela hispanoamericana' es La muerte de Artemio Cruz, de 1962, un temprano ejemplo. Una de las principales originalidades del modernismo llevado a la novela hispanoamericana reside en el hecho de que los latinoamericanos sean herederos directos de tradiciones míticas indígenas. Carlos Fuentes es sabedor de esta riqueza y la explota consciente e inconscientemente. La 'consciencia' e 'inconsciencia' de esta herencia extraordinaria aparece interesantemente expuesta por González Boixo en su análisis de la significación del número 52, el tiempo de duración del ciclo azteca, en la novela. La iniciativa de este estudio numerológico parte de un artículo de Klaus Meyer Minnermann.

La novela, como es conocido, consta de 12 flashbacks a 12 días específicos en la pasada vida de Artemio Cruz, que éste rememora en su lecho de muerte, los cuales tuvieron una especial relevancia bien porque en ellos tuvo que tomar una elección que marcaría su destino o porque nos dicen algo importante del protagonista. La confesión vital de Artemio Cruz, a pesar de contener pasajes oscuros referidos a episodios de zozobra moral, no deja de ser una celebración personal de un ciclo vital que llega finalmente a su conclusión con más gloria que pena. El protagonista se regodea, pués, en su recapitulación de su pasado: "la memoria es el deseo satisfecho" (p. 305). A pesar de sus fracasos emocionales, como marido, como amante de Lilia y como padre del malogrado, idolatrado hijo Lorenzo, su vida ha representado, a trazos generales, la realización de sus aspiraciones y sus deseos.

Algunas de estas fechas determinantes en la vida de Artemio Cruz se corresponden entre sí con desmarques de 52 años. Pero lo realmente interesante está en el ciclo de 52 años 'inconsciente' que se corresponde, externamente a la novela, entre el inicio de la Revolución mexicana en 1910, en torno a la cual se articula la formación y desarrollo del carácter de Artemio Cruz, y el año de publicación de la novela misma (1962). Se trata ciertamente de un tipo de estructura externa y automática, ajena a la conciencia de Fuentes, por la que el hecho externo de la publicación de la novela se inscribe en el mismo tipo de ciclo azteca que es incorporado en la estructura interna de la novela con toda seguridad conscientemente por el autor.

La novela es moderna a muchos niveles, como por ejemplo en el tema del desdoblamiento y de la máscara. Artemio Cruz es un hombre material que ambiciona y obtiene el éxito pero para quien el éxito no deja de ser un ideal estético:

"¿Qué saben ellos, Catalina, el cura, Teresa, Gerardo? ¿Qué importancia van a tener sus aspavientos de duelo o las expresiones de honor que aparecerán en los periódicos? ¿Quién tendrá la honradez de decir, como yo lo digo ahora, que mi único amor ha sido la posesión de las cosas, su propiedad sensual? Eso es lo que quiero." (p.239)

Es debido a esta dimensión, la idealización romántica de la identidad reflejada en las posesiones materiales, que Artemio Cruz me ha parecido un Jay Gatsby mexicano. O el Jay Gatsby que habría sido posible si Jay Gatsby hubiese nacido en Mexico el 9 de abril de 1889, en las mismas condiciones que Artemio Cruz. Al fin y al cabo, Jay Gatsby aspira, al construir su propio sueño de un éxito perfecto, a que su vida y sus aspiraciones realizadas sean una oda al sueño y al destino americanos. Y algo muy parecido se da en Artemio Cruz mientras cavila, al final de su fiesta de Añoviejo en 1955, que el hombre que se construye a sí mismo en cierta medida también construye a su país:

heredarás la tierra...

tengan su México: tengan su herencia...

tu pueblo...

tu tierra...


También al final de The Great Gatsby Nick Carraway, mientras recuerda a su desdichado amigo, da en comparar el 'sueño' de Gatsby de un éxito personal, social y amoroso completo del lado de lainalcanzable Daisy, que se reflejaba en su anhelosa cotidiana contemplación de la luz verde al final del muelle donde vive Daisy, con el sueño de los primeros immigrantes holandeses en llegar a las orillas de Nueva York:

"Most of the big shore places were closed now and there were hardly any lights except the shadowy, moving glow of a ferry boat across the Sound. And as the moon rose higher the inessential houses began to melt away until gradually I became aware of the old island here that flowered once for Dutch sailors' eyes - a fresh, green breast of the new world. Its vanished trees, the trees that had made way for Gatsbyś house, had once pandered in whispers to the last and greatest of all human dreams; for a transitory enchanted moment man must have held his breath in the presence of this continent, compelled into an aesthetic contemplation he neither understood nor desired, face to face for the last time in history with something commesurate with his capacity for wonder."

Lo que diferencia a Artemio Cruz de Gatsby es que Cruz alcanza el poder y a la hora de su muerte es capaz de decirse a sí mismo que construyéndose a sí mismo construyó su país: "Tengan su México, tengan su herencia." Mientras que el sueño de Gatsby de construirse a sí mismo - cambió su nombre de James Gatz a Jay Gatsby a los 17 años -, se ve frustrado terriblemente porque deposita todas sus esperanzas en la eventualidad de
que Daisy, deslumbrada por sus logros materiales, le devuelva el amor. Este sentimentalismo excesivo y horrendo 'appaling sentimentality' (p. 107) que Nick detecta en Gatsby al final del capítulo sexto es algo que nunca ha de afectar a Artemio Cruz en su carrera, si bien es cierto que, como adelantamos al principio de este texto, en el proyecto de su matrimonio con Catalina inicialmente se alberga un cierto idealismo platónico por el que ve a la hija de don Gamaliel Bernal, antes de conocerla, como la encarnación de la posibilidad de elevarse en la escalera espiritual y amorosa al tiempo que en la social. Sin embargo, en su vejez, una vez ya corroído por la imposibilidad de ser amado ni por la madre ni por la hija, Artemio Cruz no cesará de recordarles que gracias a su pericia en los negocios y a su buena administración de la hacienda heredada de los Bernal, ellas pueden disfrutar del estilo de vida que más les place, con sus compras en la ciudad y sus almuerzos en el sofisticado restaurante Sanborn's.

Pero hay muchos otros niveles en los que La muerte de Artemio Cruz y The Great Gatsby pueden compararse. Uno de estos temas comunes es el tema de la elección, aunque se podría hablar tanto del poder de elegir como de la inevitabilidad de elegir un determinado camino. Los doce flashbacks en La muerte de Artemio Cruz representan tantos otros tramos bifurcados en la carrera de su vida. Pudo haber elegido matar al coronel villista Zagal o no, mezclar su destino con el de la familia Bernal o no, retornar al lecho matrimonial con Catalina aquella acalorada noche de junio de 1924 o no, abandonar a su mujer por su refinada amante Laura cuando ésta se lo pide el 12 de agosto de 1934 o no, perdonar o no los devaneos de su joven "amiga" Lilia a bordo de un yate en 1947.

Moribundo, Artemio Cruz se rebela filosóficamente contra la misma posibilidad de la elección, tras rememorar la noche en la que se alejó definitivamente de Catalina: "pensarás que no se puede escoger, que no se debe escoger, que aquel día no escogiste: dejaste hacer, no fuiste responsable, no creaste ninguna de las dos morales que aquel día te solicitaron: no pudiste ser responsable de las opciones que tú no creaste" (p. 223). El tema de la elección adquiere asimismo gran relevancia en The Great Gatsby, pues no en vano la realización de todo el sueño de Gatsby depende de la elección de Daisy. En la que es probablemente la escena climática en la novela, después de la mitad del capítulo séptimo, Daisy se ve obligada a elegir entre Gatsby y su marido Tom. Tras unos débiles titubeos, y ante la decidida, agresiva exposición de Tom de los aspectos oscuros en el pasado de Gatsby, sus cuestionables negocios con Meyer Wolfshiem, Daisy empieza a perder la fe en el sueño de una deslumbrante vida común que Gatsby le había presentado. Tom decide que Gatsby y Daisy retornen juntos en el flamante coche de Gatsby, mientras él lo hará en el suyo con Nick y Miss Baker. No nos enteramos hasta más tarde, pero lo que ocurre es que Daisy toma el volante e inicia una frenética carrera que la aleja del sueño del amor de Gatsby y en la cual acaba con la vida de la amante de Tom. Al asesinar a Myrtle muestra que ha tomado una decisión que fortalece su matrimonio con Tom. En su precedente discusión verbal, con su decisión y seguridad Tom acababde matar simbólicamente a Gatsby; ella a continuación mata físicamente a Myrtle. No en vano Tom y Daisy, al final del capítulo, se aparecen al preocupado Nick que espía desde el jardín como una pareja "no feliz, pero tampoco infeliz," compañeros con toda la apariencia de "conspiradores." En un día de tanta relevancia para su vida de pareja, cada uno acaba de asesinar a su rival. Además, el asesinato simbólico de Gatsby en el capítulo VII se convertirá en un asesinato físico en el capítulo VIII, cuando Tom envía a Wilson tras la falsa pista del coche de Gatsby en su afán de venganza.

Tiene lugar un paralelismo muy curioso en La muerte de Artemio Cruz en la sección en que la separación entre Catalina y Artemio es consumada, la referida a los sucesos en el día 3 de junio de 1924. Catalina pasa largas horas frente a la ventana abierta sobre el campo meditando sobre su destino y la dificultad de su elección. ¿Debe rendirse al amor de Artemio, que experimenta pasionalmente cada noche aunque durante los días revista su trato con el desdén hacia él que le causa la memoria de su originaria posición social y de sus deberes como hija y hermana? Estas preguntas la torturan mientras se acercan en su calesa al lugar en el que tendrá lugar un reconocimiento público a éste en el municipio. En el último momento, antes de que Artemio la ayude a descender de la calesa...:

"Ella tomó las riendas, dirigió violentamente el caballo hacia la derecha, arrojando al suelo a los peregrinos, hasta que el caballo relinchó, levantó las patas delanteras, rompió las vasijas de barro..."