Sunday 13 January 2013

un fragmento de Edith Wharton



Sigo disfrutando examinando traducciones del inglés al español y realizando mis pequeños ejercicios. Hoy he traducido este fragmento de una novela de Edith Wharton que sospecho que puede ser The House of Mirth, aunque no lo he verificado. Desde luego que me ha inspirado a intentar conseguir la novela.


El día después
por Edith Wharton

Una de las cosas más extrañas que iba más tarde a rememorar de entre todas las peculiaridades del día después era la repentina y completa recuperación de su seguridad en sí misma.

Estaba en el aire cuando se despertó en la oscura habitación de techo bajo. La acompañó escaleras abajo hasta la mesa del desayuno, destelleó ante ella desde la chimenea, y reverberó desde los costados de la urna y las robustas estrías de la tetera georgiana. Era como si, de alguna manera, todos sus temores difusos del día anterior, con su concentración más aguda alrededor del artículo del periódico – como si este vago cuestionamiento del futuro, y sobresaltado retorno al pasado, hubiesen entre los dos liquidado los plazos de una inquietante obligación moral. Si había descuidado los asuntos de su esposo había sido, su nueva sensación parecía probar, porque su fe en él intuitivamente justificaba ese descuido; y el derecho de él a su fe se había ahora afirmado ante la viva representación de la amenaza y la sospecha. Nunca le había visto ser más natural e inconscientemente él mismo que después del interrogatorio al que le sometió: era casi como si él hubiese sido consciente de sus dudas, y hubiese querido que las cosas se aclarasen tanto como ella.

Estaba tan claro, gracias a Dios, como la reluciente luz exterior que la sorprendió casi con una sugerencia del verano mientras salía de la casa para realizar su inspección diaria de los jardines. Había dejado a Boyne frente a su escritorio, permitiéndose disfrutar, mientras pasaba junto a la puerta de la biblioteca, de un último vistazo a su rostro sereno, mientras él se inclinaba, con la pipa en la boca, sobre sus papeles; y ahora ella tenía su propia tarea mañanera que llevar a cabo. La tarea traía consigo, en encantadores días de invierno como éste, casi tantos alegres paseos por las diferentes esquinas de la propiedad como si la primavera ya hubiese llegado. Se extendían tales interminables posibilidades ante ella, tales oportunidades de traer a la luz los ocultos encantos del viejo lugar, sin necesidad de realizar una sola irreverente alteración, que el invierno se hacía demasiado corto para planear todo lo que la primavera y el otoño ejecutaban de por sí. Y su recobrada confianza en sí misma le dio, en esta mañana particular, un peculiar placer a su progreso a través del bonito y tranquilo lugar. Primero se dirigió al jardín de la cocina, en cuyas paredes los perales proyectaban complicados dibujos, y las palomas revoloteaban y se acicalaban sobre las plateadas tejas de su palomar.